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miércoles, 21 de mayo de 2014

Vida

La lluvia se descolgaba de los tejados para lanzarse confiada al vacío. Las gotas se veían arrastradas en los remolinos de las fuertes ráfagas de viento que se colaban por las calles de la ciudad.
Él apresuró su paso, contagiado del ritmo frenético de la metrópolis. Por su cabeza sólo pasaban ideas grises. Exámenes, disputas familiares, un futuro incierto...
Iba tan perdido en sus pensamientos que no reparó en el coche que se acercaba a toda velocidad. Oyó el estruendo del claxon y su vida se detuvo un latido. Pasó rozándole, y le alcanzaron los gritos del conductor indignado. Pero a él eso no le afectó, seguía conmocionado, como si se hubiera dado cuenta de lo rápido que se apaga la existencia. Se le ocurrió mirar a su alrededor por primera vez en mucho tiempo y lo vio. Vio un mundo efervescente, lleno de vida, y esperando ser descubierto.
Un trueno se escuchó a lo lejos y con él resonó su risa. Los transeúntes miraron sobresaltados a aquel loco que caminaba bajo la lluvia con una enorme sonrisa en la cara. Ellos no lo entenderían.

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